17 de septiembre de 2010

La admiración y el baile es doble

Pies pa´ volar , que se estrena esta noche, se suma al reconocimiento bailado de Su-Frida



Hay dos Fridas y, por lo menos, una docena de mujeres a su alrededor, además de un par de calas, tres espejos, cuatro o cinco pinturas dando vueltas por la sala y una caja llena de alhajas y broches con flores para el pelo. Cuando una de ellas pone su pierna chueca en primer plano o la otra se ríe desde las tripas; si la primera ensaya un gesto de fortaleza con su rostro o la segunda se encorseta en una paleta de pintor, todas las demás las miran e interpretan la dicotomía de esos movimientos, de sus estados de ánimo. Kahlo, la original, la mexicana, la artista, la revolucionaria, la enamorada de Rivera (y no sólo de él), la de los vestidos amplios y folklóricos, tuvo una vida intensa, de contrapuntos, de momentos de extremo sufrimiento y otros coloridos, muy plenos. Es ese switch , como el que enciende y apaga la luz, el que accionan dos obras que desde hoy conviven en cartel, llevando al plano del movimiento la vida de un personaje-icono de la cultura latinoamericana que -paradójicamente- enfrentó los límites de un cuerpo fraccionado.

La coreógrafa Teresa Duggan y la bailarina María Laura García ( Su-Frida-Viva la vida se llama su trabajo), se reúnen para esta nota con sus pares Analía González, directora de la joven compañía de danza Nandayure, además de integrante de El Choque, y Liliana Cepeda (ellas estrenan esta noche Pies pa volar , en El Cubo). "Amamos a Frida, así que es buenísimo encontrarse con gente a la que le gusta lo mismo", coinciden, de buen ánimo, antes de que las dos Fridas se tomen de la mano sin que nadie se los pida y queden de frente a la platea femenina -compañeras de elenco, asistentes, colaboradoras- como una reproducción de Las dos Fridas , aquel doble autorretrato que pintó la de Coyoacán.

Mientras en el Museo del Palacio de Bellas Artes de México se le rinde actualmente homenaje con la muestra más completa que se haya hecho de su vida y obra, y se advierte el resurgimiento de la fridamanía , en este punto del mapa llama la atención la silenciosa conmemoración por el centenario del nacimiento de Kahlo. En ese contexto, entonces, quedan aún más sobrerelieve las propuestas con las que las compañías Duggandanza y Nandayure recuerdan estos cien años.

Para Duggan, la obra sobre este universo atormentado y luminoso que desde junio llena la sala del subsuelo del Centro Cultural de la Cooperación es consecuencia de performances anteriores que realizó sobre la misma vida y obra. Casi como una obsesión ("Todos los días antes de irme a dormir leo a Frida. Es mi Biblia", revela la coreógrafa), con Su-Frida encontró la más acabada de sus tres versiones en el cruce entre la danza, el teatro, la música y la plástica, con un interesante rol de la iluminación y la manipulación de objetos, sellos de Duggan. Allí están la mexicana en un ida y vuelta entre infancia y adultez, su hermana Cristina y Diego Rivera.


"Tengo una admiración muy grande por Frida, más allá de la artista; como mujer, siento que fue revolucionaria -cuenta González-. Desde ahí se despierta en mí el interés de empezar a estudiar su vida: inicio la investigación, conozco al coreógrafo chileno Andrés Cárdenas y nos asociamos para hacer un trabajo juntos que cierro con un viaje a México".

Cada una a su tiempo, visitaron el Museo Dolores Olmedo, en el sur del DF, bucearon entre fotos, libros y documentos, vieron las mismas películas y conocieron Casa Azul ("Sentí que ella estaba viva allí. Lo mismo me pasó cuando estuve en la casa de García Lorca", compara Duggan). Y si bien el resultado al que arribaron ambas realizadoras es bien diferente, las dos tienen el mismo sentimiento: no quieren que el vínculo que crearon con el mundo Kahlo se termine nunca.

-Curiosamente, siendo el movimiento lo que más la limitó (la poliomelitis de la infancia, el accidente diez años después, las operaciones, la postración), eligen llevar la historia de Kahlo a la danza.

Analía González: -Cuando me surgió la idea de hacer algo con la compañía no me imaginaba quién podría ser Frida, porque me generaba mucho respeto. Así que empezamos a experimentar sin saberlo, buscando un lenguaje de movimiento desde la incapacidad física, no sólo a partir de lo motriz, sino también desde el no poder ver, no poder hablar. Fueron dos meses de ensayos que terminaban con llantos, de mucha emoción. Es muy difícil para un bailarín, que tiene tanto control, tanto dominio de su cuerpo, imaginarse danzando con la columna rota. Hasta que soñé con Liliana [Cepeda], mi maestra, que era Frida, y fue como un mandato divino. La llamé, le hice la propuesta y enseguida nos juntamos. Describe Cepeda: "Trato de meterme en lo que pudo haber sentido Frida. Los contrastes, el sufrimiento, la testarudez, una alegría profunda y sostenida más allá de todo. Mi personaje baila poco, es emocional".

Si es a partir del dolor que Nandayure aborda su pieza con ocho escenas que sugieren los grandes temas de la vida de la artista ("La piñata", en el potente inicio, y "Sola", para el cuadro de un final frágil), Duggandanza modula los mejores y peores capítulos de una biografía que resulta ilustrativa y, en ocasiones, más que explícita, para el espectador. "Contamos las caídas y sus recuperaciones. Cuando uno está enamorado está liviano y conectado, y cuando a uno le duele algo está anguloso. Trabajamos sobre cómo se comporta el cuerpo según los estados de ánimo", describe la directora de Su-Frida , antes de que su Frida señale el desafío más grande: "No es fácil entrar y salir del dolor a la alegría".

¿Cómo pudo?

Por Constanza Bertolini
De la Redacción de LA NACION
http://www.lanacion.com.ar/932562-la-admiracion-y-el-baile-es-doble

0 comentarios:

Publicar un comentario