3 de junio de 2011

Pies pa´ volar en El Cubo





Un elenco de bailarines interpreta la vida y la obra de Frida Kahlo. La pieza logra con éxito describir, con pasos de baile, situaciones de una complejidad extrema para el lenguaje de la disciplina. Así, expresa a través del movimiento el universo de la artista mexicana, cuya vida estuvo marcada por las limitaciones y el sufrimiento físico. Estrenada en 2007, sus creadores acaban de reponerla hasta el 27 de noviembre.

Por Ailín Bullentini
Fotografía gentileza Pies pa’ volar

Buenos Aires, noviembre 17 (Agencia NAN – 2010).- ¿Para qué pueden servir los pies más que para volar? Esa es la pregunta que lo invade a uno cuando al apagarse el último foco del escenario, si es que tuvo la afortunada idea de ir a ver Pies pa’ volar. Porque sobre las tablas, los diez integrantes de la compañía de danza contemporánea En Movimiento, acompañados por la bailarina y docente Liliana Cepeda en calidad de invitada especial --especialísima, porque es la protagonista-- logran desarrollar alas al interpretar la coreografía que Analía González inventó para contar la vida de la Frida Kahlo. Los bailarines no bailan. Flotan, se deslizan por el aire dibujando los momentos límite que marcaron la historia de la artista plástica.

Entonces, son dos los (casi) milagros que Pies pa’ volar, una obra que se estrenó en 2007 y que el teatro El Cubo repuso sólo por noviembre, convierte en escena, y el mérito es tan válido para los bailarines --Cepeda más Analía Guzmán, Maia Roldan, Soledad Mangia, Mariana Banfi, Natalia Mussio, Juan Pablo Tapia, Eduardo Virasoro, Damián Martínez, Adriel Ballatore Crossa, Juan González, todos integrantes de Compañía en Movimiento-- como para la coreógrafa y directora. Porque sí. Cuando uno los ve bailar se olvida de que es eso lo que hacen, y acaba por verlos volando por el espacio con una perfección en cada movimiento del cuerpo que roza lo sobrenatural. Pero además, la pieza logra con éxito describir, con pasos de baile, situaciones de una complejidad extrema para el lenguaje de la disciplina. Bien vale la extrañeza: Frida Kahlo sufrió, desde pequeña, problemas físicos que le impidieron movilizarse con libertad.

¿Es posible contar su vida desde la danza, puro movimiento? Pues, claro. Al son de las melodías, tan precisamente elegidas, de Lasha de Sela, Lila Down, Calexico, Juan Reynoso, Trío Montealban y Gotan Proyect, los bailarines cuentan con su cuerpo la imposibilidad de Frida para tener hijos, sus problemas con el alcohol, sus elecciones sexuales y su imperiosa necesidad de encontrar alguien que la quiera con toda el alma. Paradójicamente, la mención a su capacidad artística aparece en escena hacia el final de la obra, y en forma de frustración.

Y no sólo es posible, sino que la coreógrafa es exitosa en ello. Tras las primeras presentaciones durante su temporada de estreno, en 2007, año del centenario del nacimiento de Kahlo, recibió el auspicio de la Embajada de México en Argentina. Realizó funciones en El Cubo, participó del Festival 2 Fridas y de la celebración del Día de Todos los Muertos organizada por la embajada en el Museo de Arte Hispánico Fernández Moreno.

El hilo narrativo de Pies pa’ volar se parte en dos y cada mitad es entrelazada con la otra de la mano de Cepeda, por un lado, en la piel de Frida, y el cuerpo de diez bailarines, por otro, que se convierten en una especie de demonios que acompañan a la artista durante toda su historia. La perfección máxima del ensamblaje aparece con el detalle final de la música. Y el resultado, entonces, es impecable.

Luego de reventar un enorme sol rojo en “La piñata”, el primer cuadro de la obra, y que bien podría simbolizar la pasión desbordada de la pintora, el escenario queda a oscuras. La luz asoma delicadamente, mientras uno de los demonios despoja a la artista de sus ropajes en “Mis partes”, el segundo cuadro, y el resto le invaden su alrededor. No se irán durante toda la obra: expresarán el amor que muchas veces Frida no pudo y no sólo eso, se amarán entre ellos, caminaran por el aire, se emborracharán y llorarán con una angustia difícil de soportar para el espectador.

En “Desierto” y en “Diego y yo”, la soledad en la que estuvo sumida la artista plástica y escritora reflota del suelo a partir del golpeteo de los pies de los bailarines en las tablas. Es Cepeda en la piel de la protagonista quien, con pocos movimientos –-Frida no podía moverse bien y, tanto González como Cepeda lo respetan--, recoge esa sensación, que como un halo persigue a su cuerpo y se le impregna por los poros.

Fertilidad es la puesta en escena de su imposibilidad para ser mamá, freno natural que le pesó demasiado, que la marcó para siempre. La intensa búsqueda del amor, el encuentro de oasis de compañía en pares de género, y nuevamente, la soledad que se vive entre multitudes, son los ejes principales de los cuadros “Nuestra Lucha” y “La cantina”. En este último, los demonios portan máscaras: ¿Hipocresía de Frida? ¿Hipocresía de los que la rodearon? Hipocresía, con eso basta.

En “Mi vestido cuelga”, los demonios extrañan, añoran, el cuerpo de la artista, que no rellena los ropajes colgados de la pared ni los que luego servirán de parejas de baile. Vacíos, como quedó la ropa de Frida durante los últimos años de su vida, en los que la amputación de una de sus piernas y su poca fortaleza muscular la obligó a no poder levantarse de la cama. “Sola” es el último cuadro. Sólo allí, el personaje iluminado completamente con luz blanca y envuelto en una estructura de metal, intenta dibujar en el aire. Fracasa. Y es ese fracaso el que le permite despojarse de aquel metal que la aprisiona. Entonces se duerme para siempre, libre de toda atadura.

Pies pa’ volar logra corporizar en el ambiente de El Cubo ese sentimiento de tristeza profunda que logra anudar gargantas. La tensión y la potencia de las coreografías de danza contemporánea que conforman la obra no pueden servir mejor para este propósito. La excelente calidad de los artistas que la interpretan, tampoco.

*Todos los sábados de noviembre a las 19 en El Cubo, Zelaya 3053.

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